¿Por qué sentimos culpa?

A lo largo de la vida, todas las personas experimentamos culpa ya sea porque hicimos algo que no teníamos que hacer o no hicimos algo que esperaban que hiciéramos. La culpa surge cuando somos conscientes del impacto que nuestras acciones tienen sobre nosotros y en los demás, influenciados por los valores y normas sociales que aprendemos desde pequeños.

La culpa nos ayuda a regular el comportamiento y la interacción social, por lo tanto es adaptativa y necesaria para vivir en armonía. Esta emoción no solo nos impulsa a mejorar, crecer y superar experiencias sino también nos motiva a reparar daños o fortalecer vínculos con quienes hemos lastimado. Sin embargo, puede ser desadaptativa cuando genera una carga emocional intensa que afecta el bienestar, la salud mental y nuestras relaciones interpersonales. En tales casos, perdonar y avanzar pueden verse obstaculizados. 

Entender a la culpa para liberarse de ella, implica reconocerla, aceptarla y sanarla a través del perdón, darse cuenta de que cometer errores forma parte de la naturaleza humana y podemos responsabilizarnos de nuestros actos en lugar de quedarnos estancados, tratarnos con desprecio y dureza a nosotros mismos o a otros cuando se equivocan.

¿Qué es la culpa?

La culpa es una respuesta emocional que aparece al no cumplir las expectativas propias o ajenas, cometer un error o transgredir las pautas y normas establecidas por el entorno, provocando un conflicto entre lo que “debería” o se “tenía que” hacer y la realidad (lo que se hizo o no).

También puede considerarse una distorsión cognitiva al provocar interpretaciones irracionales de la realidad que afectan lo que se piensa de sí mismo al hacer algo incorrecto.

Tipos de culpa

Desde la perspectiva psicoterapéutica Gestalt, la culpa es una forma de autoagresión que la persona cree merecer debido a sus acciones o decisiones. Según el Dr. López, esta se clasifica en tres tipos: 

  1. Real: Cometer un error, hacer algo inadecuado o que no se quería hacer. Requiere la reparación del daño (disculparse o reponer) para resolverse.
  2. Neurótica: Creer que se causó un daño aunque no suceda, exagerar la situación y autocastigarse por temor a ser rechazado ante el error. Se soluciona al aceptar y dar una proporción adecuada a la realidad.
  3. Existencial: Pérdida de autorrealización personal al no ser quien se quiere ser ni atreverse a vivir la vida que se quiere. Se resuelve al realizarse y encontrar el sentido de vida (descubrir quién soy y qué quiero).

¿Cómo surge la culpa?

Desde la infancia aprendemos a ser, pensar, sentir y actuar bajo ciertas normas, creencias y valores inculcados por nuestros padres. Estas normas delimitan lo que está bien o mal, lo que “debería” y “no debería” ser o es aceptable. 

Ante la mirada de aprobación o desaprobación de la familia, escuela, sociedad, cultura y religión, la culpa se usa como medio de educación y cumple una función adaptativa necesaria para la interacción social.

Cuando transgredimos tales límites y tenemos un alto nivel de autoexigencia por cumplir las expectativas, somos vulnerables al juicio, castigo y rechazo de los demás. 

Entonces se activa la culpa como una forma de autocastigo que ancla al “hubiera” en el pasado, manteniendo una deuda consigo mismos o los demás. Podemos experimentar culpa con mayor intensidad cuando se perjudica a alguien e incluso cuando objetivamente no se tiene ninguna responsabilidad, aunque así se perciba internamente.

La culpa puede acompañarse de pensamientos negativos sobre sí mismo (incapacidad, insuficiencia, inutilidad, hacer todo mal, etc.). Y de sentimientos como el enojo, desconfianza, decepción, tristeza, arrepentimiento y ansiedad provocando la pérdida de autoestima e incluso depresión. De ahí la importancia de identificarla y atenderla para evitar afectaciones en nuestra salud mental.

Su relación con la responsabilidad

Ante la culpa, responsabilizarse de las propias acciones y afrontar sus posibles consecuencias es un acto de madurez y crecimiento personal. Sin embargo, hay quiénes tienden a huir y responsabilizar a otros para protegerse y liberarse de la culpa (mecanismo de defensa que evita el castigo), lo cual genera un mayor conflicto interno, además del impacto en la persona culpada injustamente.

Desde una visión humanista, responsabilidad es la capacidad de responder al mundo y aceptar la propia vida. Implica expandir la conciencia sobre sí mismo y el propio cuerpo, responder a sus necesidades, ser consciente de los sentimientos, elegir, gente que nutra y madurar.

Por tanto, transformar la culpa en responsabilidad significa aceptar y aprender de los errores cometidos, perdonarse, dejar ir el pasado, liberarse. La culpa lleva al sufrimiento mientras que la responsabilidad a la acción consciente en el presente.

Liberar la culpa

El proceso básico para liberar la culpa podría concretarse en sentirla, aceptarla, soltarla sin echársela a alguien más, enmendar el error y evitar cometerlo otra vez, lo cual puede resultar complejo según cada persona y la situación particular que la provocó.

Te compartimos las siguientes pautas para transitar este proceso de liberación de la culpa:

  1. Detener la conducta transgresora que te lastima a ti o a otros, así como los pensamientos negativos o distorsionados en tu contra.
  2. Reconocer que cometiste un error y el posible daño causado mostrando arrepentimiento genuino.
  3. Practicar la autocompasión: sé amable y paciente contigo, acepta la imperfección y el error como parte natural de tu vida.
  4. Pedir perdón por la falta cometida: Recuerda que perdonarte y pedir perdón es un acto liberador fundamental.
  5. Acércate a la persona lastimada, conoce lo que piensa, siente y necesita, discúlpate y explícale lo sucedido, acepta si quiere y puede perdonarte. Si no lo hace, aprende a vivir con su decisión sabiendo que hiciste lo que pudiste sin ceder a chantajes o manipulaciones para castigarte y déjale ir si es necesario.
  6. Si la persona lastimada eres tú mismo, has contacto contigo, deja de pensar en lo que “debió” ser y acepta la realidad, aprende a perdonarte.
  7. Reparar el daño: Aunque es imposible cambiar lo sucedido, puedes reconstruir el vínculo y la confianza con la otra persona, incluso reponer cosas cuando se trata de un daño material o realizar acciones pendientes.
  8. No volver a lastimar: Comprométete a no cometer la falta otra vez y aprende del error cometido.

Suelta y sigue adelante

Permanecer anclado en el pasado mantiene viva la culpa. Date permiso de vivir el presente, cuestionar las creencias y valores que guían tus acciones, enfrentar la autocrítica interna, fortalecer tu autoestima y aceptarte como un individuo completo con  virtudes y defectos. Aprender de nuestros errores es muy importante en este proceso. 

Revisa qué experiencias estás perdiendo al aferrarte a la culpa. Sino puedes sanarla y esta herida afecta tu bienestar emocional y la relación con los demás, considera buscar ayuda profesional. 

La terapia en línea puede acompañarte en este proceso para transformar esa herida en una cicatriz que te ayude a convertirte en una mejor versión de ti. Recuerda que en CuidadosaMENTE podemos apoyarte. 

Psic. Ethel Ceja
Psicóloga clínica en CuidadosaMENTE

Referencias

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