El autoconocimiento es la comprensión que una persona tiene sobre sí misma.
Karla: Mi amor, ¿Me amas?
Julián: Te quiero, pero aún es demasiado pronto para decir te amo. Tengo que conocerte más para poder amarte.
Karla, decepcionada por no haber obtenido un “te amo” por respuesta, baja la mirada y piensa… ¿es necesario conocer para querer?
El planteamiento que se hace Karla es el que tenemos que hacernos a nosotros mismos cuando pensamos en nuestra autoestima:
- ¿Acaso nos conocemos bien?
- ¿Nos pasamos la mayor parte de nuestras vidas observando lo que nos gusta de los demás y no hemos invertido suficiente tiempo en conocernos?
- ¿Nos hemos planteado alguna vez que quizá nuestra autoestima no es tan fuerte como nos gustaría debido a que no nos aceptamos?
Explorando el autoconocimiento
La autoestima se forma con base a cuánto nos sentimos valorados, queridos y aceptados por otros y por nosotros mismos.
Todos tenemos una voz interna que valora, piensa y crítica nuestras ideas, opiniones y emociones, que juzga nuestro aspecto físico y nuestros defectos, pero que también nos invita a estar orgullosos cuando hacemos las cosas bien.
Esa voz interna es la clave hacia una autoestima sana porque la manera en la que nos hablamos a nosotros mismos, así como la actitud que asumimos ante la vida, nos beneficiará o perjudicará en nuestro amor propio.
Por ejemplo, una crítica externa negativa de alguien que nos importa puede lastimarnos considerablemente, pero con el tiempo, escuchar una voz interna negativa puede hacernos incluso más daño que si viniese de afuera.
¿Cómo mejoramos la autoestima?
De la misma forma que Juan no puede amar a Karla sin conocerla, nosotros tampoco podemos amarnos a nosotros mismos si no nos conocemos.
Por eso, el primer paso para mejorar nuestra propia percepción es trabajar con el autoconocimiento.
Pero… ¿cómo hago para conocerme mejor? te preguntarás, pues bien, esto puedes hacerlo a través de lo que en psicología llamamos el “yo integral”, que está formado por tres dimensiones.
Dimensión biológica.
Comprende tu cuerpo, de tu esencia física.
Para conocer mejor esta área puedes hacerte preguntas del tipo:
- ¿Qué me gusta comer?
- ¿Cómo me gusta vestir?
- ¿Qué deporte me gusta hacer para sentirme mejor y para fortalecer mi cuerpo?
- ¿Qué tan atractiva/o me siento?
Dimensión psicológica.
Abarca todo lo que piensas, sientes y fantaseas.
Lo primero que debemos tener en cuenta es que nosotros no somos nuestros pensamientos.
Estos pueden definir nuestra realidad, sin embargo, podemos elegirlos porque somos mucho más que ellos.
La tarea de todo ser humano es analizar, evaluar y filtrar información con la que queremos vivir, así que podemos elegir qué pensamientos queremos que estén en nuestra mente.
Dimensión social.
La expresamos a través de los roles que nos ponemos con los que vivimos: amigo/a, hijo/a, madre/ padre, esposa/o…
Aquí la tarea consiste en ser lo más auténticos que podamos en cada rol, mostrándonos como realmente somos y preguntándonos que necesitamos para mejorar.
No podemos conocernos a nosotros mismos si no sabemos lo que nos gusta, pero sobre todo, si no sabemos lo que necesitamos para sentirnos bien.
Y luego, ¿Qué sigue?
Una vez trabajadas esas dimensiones, tendremos mayor autoconocimiento acerca de nosotros mismos y ya estaremos preparados para modificar nuestros pensamientos, que son los que nos impiden avanzar.
1. Convierte lo negativo en positivo
Acostúmbrate a observar las características buenas que tienes. Si sueles centrar la atención en tus defectos, empieza a pensar en aspectos más positivos que los contrarresten.
2. No generalices
En ocasiones y a partir de las experiencias negativas que tenemos en la vida, solemos generalizar a todas las demás áreas.
“A Jorge no le intereso, ¿qué hice mal? Nunca conseguiré a nadie que me ame, no soy lo suficientemente importante/atractiva/ valiosa…”
Debemos aceptar que podemos haber tenido fallos pero esto no quiere decir que todos los aspectos de nuestra vida seamos “catastróficos”.
Identifica en qué aspectos generalizas y detenlos.
3. No te compares
Todas las personas somos diferentes, tenemos cualidades positivas y negativas.
Aunque nos veamos “peores” que otros en determinadas cosas seguramente seremos “mejores” en otras. Por lo tanto, no tiene sentido compararnos con los demás si son tantas las facetas que forman parte de nosotros como seres individuales.
Recuerda que las aptitudes de una persona están en constante desarrollo y que cada uno sobresale en cosas diferentes.
4. Esfuérzate por mejorar
Y por último, la mejor forma de mejorar nuestra autoestima es tratar de superarnos cada día en aquellos aspectos en los que no estamos satisfechos.
Para ello, es útil que identifiques qué es lo que te gustaría mejorar para luego establecer metas realistas y esforzarte por llevar a cabo esos cambios.
Piensa qué te gustaría conseguir, diseña un plan para hacerlo y ve anotando tus progresos.