Antes de ir a terapia difícilmente le prestaba atención a mi respiración, ( tal vez es el hecho de que no podemos ver el aire lo que nos hace ignorarlo) sin saber el impacto que puede tener en nosotros. No solía tomar un respiro antes de quitarle el candado a mis emociones. Salían de mi sólo para estrellarse contra una pared, mi ánimo caía intentando recoger los pedazos que estaban en el suelo. Me lastimaba con los vidrios y terminaba por tener más heridas; todo… como una bola de nieve.
Poco después de ir a terapia, me empezó a importar la calidad del aire que respiro. Dejé de vivir en espacios tan encerrados y llenos de humedad. Abrí libros y los use como filtros. Hasta hoy siguen siendo mi forma favorita de meditar.
También me hice consciente de mi cuerpo y le di oxigeno a todos mis músculos haciendo ejercicio. Nada de eso me ha hecho invencible, sólo me ha hecho más Alex, más yo. Cuando siento ansiedad, tomo pausas, tan largas como se necesiten, respiro y regreso al presente. Ya no permito que la gente ni el pasado me digan lo que soy. En terapia escuchamos nuestra verdadera voz sin prendas ni máscaras. Si algún intruso nos pone una máscara a escondidas, si nosotros lo hacemos sin saberlo, la terapia la quita.
Sigo fallando a veces, algunas cosas me siguen superando y habrá otras que siempre lo hagan. Pero hice uso de las técnicas de respiración para evitar conflictos innecesarios, para evitar que palabras incorrectas se cuelen y cambien el color de todo.
La respiración me desinfla el ego antes de que explote; su chillido es siempre tan molesto como el de un globo que le tiene miedo a las espinas, pero es mejor que terminar herido. En situaciones de emergencia, respirar y no perder la calma es siempre mi primer auxilio, aunque después necesite de otro tipo de ayuda.
Ya no quiero volar todo el tiempo porque también me gusta ver los animales en el fondo marino. Me gusta el silencio y que la presión del agua me saque los sentimientos. Me gusta lo fuerte que me siento bajo el agua. Me gusta que aunque tenga prisa, me haga ir lento para poder observar los colores y las formas que me rodean. Me gusta que mi corazón vaya lento como el vals de un nado sincronizado.
Siempre hay algo que vale la pena en nuestro alrededor y a veces por levantarnos tan rápido se nubla la vista. No podemos confiarnos sólo en los ojos; aun con los ojos cerrados o cuando la vista nos falla, podemos usar el eco de nuestras propias palabras para imaginarnos el mundo.
No abrazo a mucha gente, pero me encanta abrazar fuerte a las que sí. Los días malos no van a dejar de existir, pero aprendí a pedir abrazos y más importante a ofrecerlos. Toda la atmósfera de un cuarto puede cambiar después de un abrazo, las tensiones se hacen más ligeras. No tenemos los brazos suficientemente largos para abrazar todo el planeta, pero si para hacerlo uno por uno. Los problemas en el mundo no se van a acabar nunca, lo importante es no dejar que todo en el mundo sean problemas.