Las heridas de la infancia son todas esas vivencias que nos marcaron a una determinada edad y que nos perjudican en la adultez.
Somos niños caminando en cuerpos de adultos
Hoy en día puedes sentirte un adulto medianamente funcional pero lo que no sabes es que existen partes de ti que aún siguen ancladas a tus ojos de la niñez, y que puedes reconocerlo como tu niño interior.
¿Cómo es esto?
Las emociones son atemporales y si no las resolvemos en el momento se quedan ancladas en forma de heridas.
Por ejemplo:
Imagina que en tu niñez percibiste que tu mamá sufría e interpretaste que fue por tu culpa, ahí identificamos la emoción de culpa, más la de tristeza que sientes al empatizar con el sufrimiento de tu mamá ¿de acuerdo?
A partir de ahí cada vez que percibas que tu mamá sufre, inconscientemente relacionarás su sufrimiento con tu culpa.
¿Y qué pasa? Intentarás “controlar la situación”, cuidándola y previniendo que ella sufra.
¿Todo esto para qué? ¡Para que tú no sufras!
Entonces al final no se trata de tu mamá sino de ti, de proteger emociones que no han sido resueltas.
La clave para sanar heridas de la infancia
Una herramienta que recomendamos en CuidadosaMENTE es RESIGNIFICAR ese suceso de tu infancia que percibiste donde fuiste responsable.
Utilizo la palabra percibiste porque es un punto de vista que tuviste en ese momento y que puedes verlo desde otro ángulo. ¿Tiene sentido?
Al resignificar cambiamos la perspectiva, es decir, desde el adulto que eres hoy puedes acuerparte y decirte las palabras que esperabas recibir en tu infancia para sentirte mejor.
También puedes practicar al autoperdón por mantener una percepción que te hacía daño.
Entonces imagina después de tantos años de repetirte constantemente que era tu culpa, la carga debió de haberse convertido en algo muy pesado, ¿cierto?
Deshagamos ese nudo, de las heridas de la infancia y vuelve a encontrar paz.
Ahora, si eliges seguir cuidando a mamá será desde el amor y desde tu parte sana, no desde tu parte herida, defensiva y con miedo.
Te recomendamos hacer el siguiente ejercicio
1.- Intenta pensar en el papel que juegas en tu familia, mencionaré unos ejemplos:
- El rebelde
- La cuidadora
- El encargado de todos
- La líder
2.- Identifica desde cuándo empezaste a asumir ese rol y para quién.
3.- Escribe dándole voz a esa persona que eras en ese entonces, por ejemplo a esa niña pequeña de 6 años, puedes empezar con un:
Me siento______, sentí que _______, me da pavor ______ etc…
De esa forma si existe algún desencadenante externo que te recuerde el sufrimiento de esa parte de tu vida, lo afrontarás desde tu yo sano y el adulto que eres hoy y no desde tu yo herido.
Te recomendamos que hagas este ejercicio a tu manera y lo adaptes a tus necesidades.
No te limites en darle voz a esa parte de ti, el expresar desde otras partes de tu vida te ayudará a integrarlas a tu yo presente.
Con amor para tu niño interior.
Si tienes alguna duda del ejercicio, escríbela en los comentarios.