SANANDO A MI NIÑO INTERIOR

La infancia es una etapa crucial en la creación de recuerdos y aprendizajes de la que dependerá gran parte de nuestro desenvolvimiento en la edad adulta.

¿Alguna vez has escuchado “infancia es igual a destino”?, esta frase da sentido a todo aquello que nos sucedió en nuestra niñez y que hoy en día se ve reflejado la persona en la que nos hemos convertido.

Conforme vamos creciendo, intentamos comprender el miedo, el dolor, la pérdida, el amor, las injusticias, la soledad y tratamos de descubrir cómo podemos ser felices sin saber cuál es la raíz de aquel sentimiento o pensamiento. Sanar a nuestro niño interior implica abordar aquellas experiencias del pasado que recuerdan nuestra niñez y acceder a estas vivencias a través de las propias palabras de adulto.

Con frecuencia, solemos buscar el origen de nuestras dificultades o problemas en el exterior y no en el interior, que es en realidad, donde verdaderamente radican las experiencias. No es necesario tener una infancia terrible, padres negligentes, traumas severos o sentimientos de abandono para empezar a sanar a nuestro niño interior, ya que todos en diferente medida, tenemos a un niño herido que se quedó esperando una promesa, un elogio, una caricia, amor o simplemente que lo reconocieran, y el resultado de esto es la creación de necesidades que no se están  pudiendo resolver o satisfacer en la vida adulta.

A continuación te explicamos cómo pueden crearse las heridas de la infancia:

  • María es una niña de 3 años que observa a sus padres pelear. Al verlos discutir puede comenzar a pensar que ella es culpable de esa pelea ya que no entiende lo que está pasando. De manera inconsciente se adjudica la esa responsabilidad y sus padres al estar molestos entre ellos ese día se comportan con ella de forma diferente casi sin darse cuenta, por lo que María puede sentirse desatendida o abandonada.
  • Días después María tiene su primer día de clase y cuando sus padres la dejan en el colegio siente miedo y tristeza ya que no quiere separarse de ellos. Eso provoca que se aleje de sus compañeros de escuela y pueda desarrollar un sentimiento de abandono que puede derivarse en dificultades de socialización ya que desarrolla un concepto distorsionado sobre las experiencias nuevas.
  • Maria llega a la adolescencia y comienza a sentir inseguridad respecto a su aspecto físico debido a los cambios derivados de su desarrollo y decide no hablar con nadie de cómo se siente.
  • Conforme María crece, va experimentando estas mismas sensaciones ya que son lo conocido para ella, sin querelo, sin pensarlo, simplemente repite una y otra vez los mismos patrones de pensamiento- emoción- comportamiento.
  • Cuando llega a la edad adulta, María se desempeña como una persona con miedo desmesurado al rechazo, es complaciente con los demás para asegurar su presencia, tiene sentimientos de inseguridad ante muchas de las actividades que realiza, es permisiva con su relación de pareja y siempre se pone en segundo lugar, se frustra ante los problemas, se encierra en sus pensamientos negativos y actúa de forma impulsiva pensando que su vida es un fracaso y nunca va a conseguir nada.

Cuando María responde de esta forma,  en realidad es su niña interior hablando por ella, la misma que nunca supo cómo manejar estos sentimientos que iba experimentando a lo largo de su vida.

Con este ejemplo podemos apreciar que en realidad nuestro niño interior es un recuerdo de nuestro cerebro y que cuando tenemos sentimientos negativos o situaciones dolorosas estos recuerdos se activan junto a nuestros mecanismos de defensa ya que actuamos desde el instinto de nuestra niñez. Estos recuerdos son los que no se pudieron resolver y se convierten en fantasmas que nos acompañan en la vida adulta.

¿CÓMO SANAR A MI NIÑO INTERIOR?

– RECONOCE Y ACEPTA LA HERIDA

Sanar a nuestro niño interior, no es tarea sencilla, por eso les invitamos a identificar que el primer paso es el reconocimiento de la herida para su posterior aceptación, para esto, debemos observar dónde nuestro niño está gobernando nuestra vida, por ejemplo, que instintos, miedos, impulsos, compulsiones o que ideas rígidas tenemos ya que el niño herido se manifiesta en comportamientos compulsivos y esto nos va a hablar de las necesidades de nuestro niño interior. 

– EVITA EL VICTIMISMO

De igual forma, evitemos caer en el victimismo culpándonos a nosotras/os o a las demás personas por todo lo que vivimos cuando éramos niños y como esto nos ha afectado de adulto ya que las heridas se sanan con el perdón verdadero a nosotros mismos y a nuestros padres porque muchas veces descubrimos en terapia que incluso nuestros padres lo vivieron también y se repite una y otra vez y tú puedes decidir acabar con esta cadena.

– SE LA MEJOR VERSIÓN DE TI COMO ADULTO

Por último y más importante, cuando hayamos reconocido nuestras heridas, es momento de aprender a saciar la necesidad de nuestro niño interior y convertirnos en ese adulto que queríamos que nos cuidara y amara de niños. En terapia puedes descubrir tu herida para iniciar a trabajar en ella.

Cuando sanas a tu niño interior y resuelves estas necesidades o asuntos inconclusos, “la infancia ya no es destino” porque te haces consciente de los sucesos que te aquejan y de esta forma tu niño interior ya no gobernará tu vida y por consiguiente ya no repetirás los mismos patrones.

“Gracias papá y gracias mamá, lo que me diste es perfecto… de lo demás me encargo yo" -Bert Hellinger
psicologa
Psic. Alma Hernández
Psicóloga en Cuidadosamente