Hablar de nuestras emociones podría parecer un acto sencillo y natural. Al fin y al cabo, son una parte fundamental de todo ser humano: nos ayudan a interpretar el mundo y a comprendernos mejor a nosotros mismos.
Sin embargo, para muchas personas, expresar sus emociones representa un verdadero reto, pues toca lo más íntimo de cada quien y está profundamente influenciado por factores psicológicos, sociales y culturales.
En este artículo, exploraremos las razones por las que hablar de nuestras emociones puede ser tan complicado y cómo podemos trabajar para superar estas barreras, adquiriendo herramientas y desarrollando conciencia.
Factores culturales y sociales
Las normas culturales juegan un papel importante en nuestra capacidad para expresar emociones. En muchas culturas, se espera que las personas (especialmente los hombres), repriman sus emociones.
Un estudio publicado en el Journal of Counseling Psychology (2020) concluyó que las normas de género tradicionales, que promueven la supresión emocional en los hombres, están asociadas con mayores niveles de estrés y ansiedad.
Por otro lado, aunque culturalmente las mujeres tienen más libertad para expresar sus emociones, también enfrentan estigmas. A menudo ser una mujer emocional es asociado con etiquetas como “exagerada”, “depresiva” o “melancólica”.
Además la tecnología y las redes sociales han cambiado la forma en que nos comunicamos. Aunque estas plataformas nos permiten compartir aspectos de nuestra vida, también fomentan versiones idealizadas de nosotros mismos, limitando nuestra capacidad de ser auténticos y vulnerables emocionalmente.
Según Syndeo, una empresa especializada en psicología, el 70% de las personas que asisten a terapia son mujeres, mientras que solo el 30% son hombres. Esto refleja un impacto significativo en la salud mental masculina.
De hecho, el suicidio es la principal causa de muerte en hombres menores de 50 años en diferentes partes del mundo. El 75% de las muertes por suicidio corresponden a hombres, quienes tienen 3 veces más probabilidad de morir por esta causa que las mujeres.
Bases psicológicas del silencio emocional
Desde una perspectiva psicológica, hablar de las emociones implica vulnerabilidad. Para muchas personas esto significa exponerse al juicio, rechazo e incomprensión.
Brené Brown, investigadora y autora, señala que “la vulnerabilidad no es una debilidad, es nuestra medida mas precisa de valentía” (Brown, 2012). Admitir como nos sentimos puede exponernos al juicio, rechazo o incomprensión.
La capacidad para identificar y expresar las emociones está vinculada con nuestra regulación emocional. Daniel Goleman, autor de Inteligencia Emocional, destaca que muchas personas carecen de las habilidades necesarias para reconocer sus emociones o cómo se sienten de manera anímica (Goleman, 1995).
Este “analfabetismo emocional” suele originarse en una falta de educación emocional durante la infancia.
Apegos e infancia
Nuestra habilidad para hablar de emociones está profundamente influenciada por nuestras experiencias tempranas.
La teoría del apego, desarrollada por Jhon Bowlby, explica que los niños que crecen en entornos seguros, donde sus emociones son validadas, tienden a desarrollar un apego seguro. Esto les facilita expresar sus necesidades con comodidad en el futuro.
Por el contrario, un niño que experimenta rechazo o indiferencia hacia sus emociones puede desarrollar un apego inseguro o ansioso. Lo que fomenta la represión emocional como mecanismo de defensa para evitar conflictos o desaprobación.
Consecuencias del silencio emocional
Reprimir nuestras emociones no solo afecta nuestra salud mental, sino también la salud física. Diferentes estudios han demostrado que reprimir las emociones está asociado con un mayor riesgo de presentar enfermedades cardiovasculares, trastornos inmunológicos y problemas gastrointestinales.
Asimismo, contener las emociones nos lleva a trastornos mentales como la depresión y ansiedad. Sin embargo, con un tratamiento psiquiátrico y psicológico tienen un excelente pronóstico.
A nivel interpersonal, el silencio emocional puede generar malos entendidos, conflictos y que las relaciones interpersonales también se vean afectadas.
Según el psicólogo Marshall Rosenberg, aprender a expresar nuestras emociones de manera clara y empática es esencial para construir relaciones saludables y satisfactorias. (Rosenberg,2003)
Herramientas para hablar de las emociones.
- Identificar nuestras emociones: El círculo de las emociones es una herramienta útil para ponerle nombre a lo que sentimos.
- Autorreflexión: Pregúntate cómo te sientes, en qué parte del cuerpo percibes la emoción y cómo reaccionas ante ella.
- Entornos seguros: Hablar con alguien de confianza facilita la expresión emocional, ya que es una manera en la que expresas, te escuchas y te haces consciente de la emoción. Es importante elegir a nuestras personas de confianza, para sentirnos validados, respetados y acompañados.
- Aceptar la vulnerabilidad: Hablar de las emociones no es signo de debilidad, sino de valentía. Al compartir lo que sentimos, fomentamos a que otras personas también puedan sentirse libres de expresarse y logramos conexiones seguras.
La importancia del acompañamiento profesional
En algunas ocasiones, la dificultad para expresar emociones está relacionada con traumas o problemas de salud mental como ansiedad y depresión. Los terapeutas especializados pueden proporcionar un entorno seguro para explorar estas emociones y desarrollar herramientas para facilitar la expresión.
Como especialista en adicciones y tanatología, he observado cómo la incapacidad para hablar de las emociones está estrechamente ligada a patrones destructivos de comportamiento o el abuso de sustancias. Muchas personas recurren a estas conductas como una manera de anestesiar o evitar la emoción.
Si dividimos la palabra ‘adicción’, a-dicción es una falta de dicción, o sea aquella dificultad para la comunicación. Trabajar en el reconocimiento y la expresión emocional puede ser un paso crucial hacia la recuperación.
Hablar de nuestras emociones es un acto de valentía que nos permitirá conectarnos con nosotros mismos y con los demás. Aunque existan barreras psicológicas, sociales o culturales, contamos con herramientas y recursos para afrontarlas. El desarrollo de la inteligencia emocional crea espacios seguros donde la vulnerabilidad es bienvenida.
Como mencionó Carl Rogers: “Lo curioso es que cuando acepto cómo soy, entonces puedo cambiar” (Rogers, 1961). Expresar nuestras emociones es el primer paso para aceptarnos y transformar nuestras vidas.
No tengas miedo a sentir y expresar lo que te sucede, porque la libertad emocional es lo más valioso que podemos crear y trabajar.
Referencias:
- Bowlby, J. (1969). Attachment and loss: Vol. 1. Attachment. Basic Books.
- Brown, B. (2012). Daring greatly: How the courage to be vulnerable transforms the way we live, love, parent, and lead. Gotham Books.
- Goleman, D. (1995). Emotional intelligence: Why it can matter more than IQ. Bantam Books.
- Rosenberg, M. B. (2003). Nonviolent communication: A language of life. PuddleDancer Press.
- Rogers, C. (1961). On becoming a person: A therapist’s view of psychotherapy. Houghton Mifflin.