¿Qué sentirán mis padres al enterarse
que su hija tiene una mente defectuosa?
Mis padres siempre decían lo orgullosos que estaban de mí. Tenía que ser fuerte para que ellos no se decepcionaran. Me esforzaba en complacerlos y sacar las mejores calificaciones. Nadie quiere a una niña deprimida y triste, yo quería ser una niña feliz.
Sin darme cuenta escondí mis emociones, callaba mis pensamientos, bloqueaba mi voz solo porque no quería fallar.
No quería defraudarlos, no quería defraudarme.
Dicen que si estudias mucho, eres amable, gentil, cariñosa, respetuosa y trabajadora, lograrás muchos frutos en tu vida.
¿Adivinen qué? Intente ser buena amiga, hija y persona. Ponía a todos por encima de mí, sus sentimientos y estado anímico eran mi prioridad, incluso más que la mía. Y fue entonces que, sin darme cuenta, la ansiedad y depresión comenzaron a formar parte de mi vida.
Me convertí en una mediadora de los problemas en casa, el cofre de secretos de mis amigos y una alumna ejemplar en la escuela. Para mí esto no significaba nada. Nadie me preguntaba cómo me sentía porque siempre trataba de llevar una sonrisa en el rostro, pero ¿eso estaba bien, no?
¡Ja! sí claro, yo sabía que no estaba bien así que me aferré a una fantasía.
Siempre quise que mi voz fuera escuchada pero nadie la oía. Comencé a tener miedo de perder mi voz y continuar perderme a mí misma.
¿Cómo salgo de esto?
No quiero perderme, no ahora que trato de salir adelante.
Realmente deseo volver a ser aquella persona que tenía su pecho lleno de sueños y esperanzas. La depresión me hizo creer que no había nada más que hacer y la ansiedad me llenó de desesperanza. Por más que intentaba pararlo, no podía.
¿Así sería toda mi vida? No quiero que sea así. Pero sé que si empiezo a ilusionarme, otro miedo aparecerá.
Desarrolle miedo al miedo
Desarrolle miedo a vivir
Pensé en rendirme, pero una parte de mí no quería hacerlo. Yo quiero ser feliz y aprender a vivir. Una parte de mí desea ser libre. Porque a pesar de todo, yo también deseo vivir, lo deseo con tantas ganas…
Me encantaría decir que hay una fórmula mágica para curarnos, pero la verdad no la hay. Y también es ilógico pensar que de haberla, está sería universal. Algo que aprendí es que si bien hay métodos que “curan” y exorcizan a los demonios, estos no funcionan para todos, cada uno debe buscar su fórmula, porque si la razón de la existencia de estos demonios son diversas, también lo son sus anestesias.
Hablen, si su demonio se alimenta de su mudez. Rían, si ese monstruo se fortalece con la depresión. Lloren si esa bestia impide que muestren sus sentimientos utilizando el miedo como su mejor arma, pero sobre todo, luchen.
Luchemos por recuperar todo aquello que perdimos y que de cierta manera creíamos destruido para siempre. Cambiemos el significado de dolor y desesperanza y transformémoslo en una oración que demuestre felicidad y esperanza.
¡La terapia me salvó!
Comencé mi proceso terapéutico para combatir a mis fantasmas. Al inicio pensé que será imposible pero honestamente no tenía nada que perder. Temía encontrarme conmigo misma y la ansiedad y depresión me hacían sentir en un callejón sin salida.
Seguí en mi proceso y poco a poco comencé a ver un poco más de luz en en camino. Empecé a darme voz y el miedo a quedarme muda, desapareció. Dejé de tener miedo de sentir y descubrí que el miedo que antes me había paralizado, ahora era un motor.
Me descubrí siendo fuerte, valiente y
amándome a mí misma.