Cuando nos sentimos tristes, buscamos huir de lo que sentimos impulsivamente, ya que esta emoción se asocia con debilidad, lástima o darse por vencido. Sin embargo, evitarla puede provocar que se manifieste con otros síntomas que afectan nuestra vida diaria.
Validar, aceptar y gestionar la tristeza de manera sana implica un proceso de autoconocimiento y práctica. Lo que puede abrir un camino hacia la introspección y crecimiento personal.
¿Qué es la tristeza?
La tristeza es una de las emociones básicas que todos los humanos experimentamos. Como cualquier otra sensación, es transitoria y cumple una función pero durante mucho tiempo nos han hecho creer que es una emoción “negativa”, lo que dificulta su gestión de manera saludable.
Muchas veces es difícil identificar la tristeza porque suele ir acompañada de otras sensaciones como soledad, desánimo, nostalgia, soledad, melancolía, desilusión, entre otras.
¿Qué detona la tristeza?
Las emociones son una respuesta fisiológica para adaptarnos o afrontar diferentes situaciones.
La tristeza es una reacción natural ante situaciones dolorosas, como conflictos personales, laborales y sobre todo, pérdidas (o el solo pensar en ellas).
Es común sentir tristeza ante la pérdida de un vínculo, como el fallecimiento de un ser querido o la ruptura de un vínculo afectivo. También puede aparecer frente a la perdida de algo significativo, como un cambio de etapa (infancia, adolescencia, juventud, adultez, vejez), dejar un trabajo, cambios inesperados, migrar de un país o estar separado de alguien importante.
Otras veces, la tristeza surge por malas noticias, expectativas no cumplidas, sentirse rechazado, excluido, aislado o no valorado por alguien importante. Incluso podemos sentir tristeza al conocer los problemas de otras personas, del mundo o estar con alguien que atraviesa un momento difícil.
¿Cómo identificarla?
En ocasiones, las emociones se “enmascaran” con otras sensaciones que nos generan mayor seguridad o comodidad. Cuando estamos tristes, creemos que nos sentimos irritables o con miedo pero también puede pasar que el enojo realmente sea tristeza.
Por eso, es importante prestar atención a nuestro cuerpo e identificar qué sensaciones están presentes, ya que cada persona vive las emociones de forma diferente. Algunos indicadores de tristeza pueden ser:
- Sensación de lentitud
- Ojos llorosos
- Nudo en la garganta
- Pesadez
- Presión en el pecho
- Cansancio
- Poca energía
- Inactividad prolongada
- Apatía
- Sensación de vacío
- Cambios en el sueño y apetito
- Hablar poco o despacio
- Postura encorvada
- Expresión facial de abatimiento
- Fruncir el ceño
- Ojos caídos
¿Para qué sirve?
La tristeza nos invita a darnos una pausa para tomar conciencia y reflexionar sobre lo que nos está generando esa emoción. Preguntarnos “¿me falta algo?” puede abrir el camino hacia la introspección para integrar o procesar situaciones o cambios importantes.
Si se gestiona de manera funcional y sana, puede ser una oportunidad de crecimiento y conexión con nosotros mismos.
Además, fomenta la empatía, unión y apoyo con las personas que nos rodean. Ayuda a recibir y dar la comprensión necesaria en los momentos difíciles y al tener la valentía de compartir la vulnerabilidad, nuestros lazos se fortalecen.
¿Por qué me siento triste todo el tiempo?
Cuando la tristeza persiste o es muy intensa, es importante prestar atención a nuestras necesidades. Diversos factores, biológicos, psicológicos y sociales pueden influir en ello, ya que la salud es integral.
Por eso, es importante realizar chequeos médicos bajo la supervisión de un profesional. Algunos factores de riesgo biológicos pueden ser desequilibrios químicos como bajos niveles de serotonina o dopamina.
El estilo de vida también juega un papel importante: no tener una adecuada alimentación, la falta de sueño, poca actividad física y la desconexión de nuestra red de apoyo, pueden ser factores importantes.
Creencias como el miedo a sentir porque si no “no saldrás de un trastorno depresivo”, sentir que “eres débil” o pensar que “no servirá de nada” pueden hacer que sea más difícil darle un lugar a la tristeza.
Entre más resistencia haya en expresar de forma funcional la emoción, esta se hará más intensa, manifestándose con síntomas como:
- aislamiento
- irritabilidad
- pensamientos negativos o recuerdos con emociones desagradables
- dificultad para recordar momentos buenos
- desinterés
- perdida de placer
- culpabilidad
- ser critico contigo mismo
Estos síntomas solo provocan la tristeza se sienta más abrumadora e intensa.
Cuando experimentamos emociones “desagradables”, se busca evitar o escapar de situaciones que nos detonen esas sensaciones.
Sin embargo, esto no puede ser sostenible con el tiempo porque de forma progresiva se va generando una bola de nieve. Primero, el aislamiento se vuelve más frecuente, por ende se dejan de hacer cosas que son placenteras o agradables y finalmente pasamos mucho tiempo en inactividad, viendo la TV, el celular o redes sociales.
Si las emociones son respuestas a situaciones, ¿qué cosas haces que te generen sensaciones agradables?
¿Cómo puedo gestionar la tristeza?
Si no se maneja de forma funcional, la tristeza puede escalar hasta convertirse en un trastorno depresivo. Por lo que es importante cuidar nuestra salud mental y buscar apoyo en momentos difíciles.
Para gestionar la tristeza es importante identificarla y validar la emoción. No te reproches, critiques o culpes por sentirte así, esto permite una apertura para aceptar el malestar e identificar lo que necesitas, en lugar de huir de las emociones incómodas.
Una opción puede ser tomarte un tiempo en silencio y realizar alguna meditación como la siguiente:
También es útil hablar con un ser querido, escribir, llorar o contar con la ayuda de un terapeuta.
Otra opción es hacer ejercicios de respiración para gestionar la emoción y poder regresar a tu línea base. Te invito a que te concentres en tu respiración, trata de tardar más segundos inhalando que exhalando: inhala energía y vitalidad y exhala todo el malestar.
El movimiento físico es importante: estírate, camina o balancea tu cuerpo de forma suave, escuchando lo que necesitas. Aunque no tengas ganas o motivación date la oportunidad de hacer alguna actividad que te haga sentir paz y tranquilidad. Conectar con tus seres queridos, pasar tiempo con animales, naturaleza o en lugares que te generen una sensación agradable puede ayudarte.
No olvides que es muy importante tu autocuidado: una ducha, un ambiente limpio, cuidar tu alimentación, sueño y ejercicio son factores de protección que te ayudarán a transitar de forma más efectiva ese momento difícil.
Recuerda que todos sentimos tristeza pero aprender a ser nuestro propio lugar seguro nos hace valientes y resilientes.