Mi pareja es narcisista: ¿qué puedo hacer?

Todas las relaciones interpersonales, en general, conllevan cierto grado de complejidad en la forma de comunicarse, establecer acuerdos, poner límites o adaptarse a cambios en las dinámicas. Sin embargo, estar en una relación con una pareja narcisista, una persona con ansiedad, depresión u otra condición, probablemente implique una situación distinta, difícil de comprender que requiere nuevas formas de comunicarse, relacionarse o negociar.

Una persona narcisista

Actualmente, algunos términos relacionados con la salud mental han sido mencionados con frecuencia en redes sociales y distintos medios de comunicación, desde diversas perspectivas. No obstante, el trastorno narcisista de la personalidad, como su nombre lo indica, requiere cumplir con una serie de criterios diagnósticos: signos, síntomas, duración en el tiempo, entre otros elementos, para ser considerado como tal.

Por eso, a menos que exista un diagnóstico profesional, lo que te haga pensar que tu pareja es narcisista puede variar en cada caso, relación o contexto. Entonces, vale la pena preguntarse:

  • ¿Qué te hace pensar que tienes una pareja narcisista?
  • ¿Es una persona que no escucha activamente?
  • ¿Tiene sentimientos de grandeza?
  • ¿Desea ser admirado todo el tiempo?
  • ¿Le cuesta mucho ser empático?
  • ¿Desprecia a los demás o los considera inferiores?
  • ¿Valora a las personas por lo que son o por cómo lucen?
  • ¿Solo quiere hablar de sí mismo?
  • ¿Te lastima emocionalmente?

Estos son algunos comportamientos que las personas suelen identificar cuando describen a alguien como narcisista. Sin embargo, es importante tener en cuenta que ciertas actitudes egocéntricas no necesariamente indican un trastorno clínico. Es decir, no podemos definir a una persona como “narcisista” por un comentario o por una actitud aislada. Tal vez, en algunos casos, sería más apropiado decir que presenta algunos rasgos narcisistas.

Dicho esto, es válido reconocer que convivir con una pareja que tiene elementos narcisistas puede generar consecuencias emocionales importantes: puede ser agotador, doloroso y abrumador. Por eso, una pregunta completamente válida es:
¿Qué puedo hacer si estoy en esta situación?

Algunas opciones que puedes considerar son:

Priorizar tu salud mental

Una vez que has notado que estos comportamientos son frecuentes y que constantemente terminan en discusiones o en que tú cedes una y otra vez, es importante reconocer cómo esto está afectando tu salud mental.

Una alternativa es comenzar a poner límites para que lo que esa persona diga no impacte directamente en tu bienestar. Es probable que él no cambie, así que valdría la pena preguntarte si ese es el lugar en el que realmente quieres estar y, si decides quedarte, buscar formas de protegerte emocionalmente.

Identificar de qué manera te vinculas con los demás

Algo que puede marcar una diferencia en tus relaciones es identificar cómo te vinculas con los demás.

  • ¿Lo haces desde una forma ansiosa o desde un lugar más tranquilo?
  • ¿Deseas y fomentas una relación recíproca?
  • ¿Qué haces para mantener una relación de pareja?
  • ¿Es posible que toleres ciertas situaciones por miedo a que la relación termine?
  • ¿Sientes que sería muy difícil empezar de nuevo con alguien más?
  • ¿Ya son muchos años en esa relación?
  • ¿Estás enamorada?
  • ¿Qué crees que te mantiene ahí?
Mi pareja es narcisista: ¿qué puedo hacer?

Señalar límites claros con el narcisista

Sabiendo que no podemos cambiar la manera de ser de esa persona pero sí cómo nos relacionamos con ella. Especialmente cuando parece no identificar cuáles deberían ser los límites dentro de la relación, podrías considerar establecer algunos. 

Por ejemplo, definir horarios para recibir llamadas o mensajes. A veces tenemos la idea de que debemos estar disponibles las 24 horas del día como si no importara tu trabajo, descanso, salud emocional u ocupaciones. Respondemos de inmediato, ya sea porque “siempre ha sido así”, por temor a que la otra persona deje de querernos o valorarnos (como si eso dependiera de estar disponibles todo el tiempo) o incluso por miedo a que se vaya con alguien más.

Manejar tus expectativas

¿Qué nos decimos acerca de cómo “debería” ser una relación?

A veces, nuestros estándares o ese “ideal de pareja” que hemos construido, nos impiden ver con claridad lo que realmente está sucediendo.

Es posible que, al estar en una relación con una persona narcisista, tendamos a idealizarla con la esperanza de que cambiará: con el amor, con el tiempo, al casarse, al tener un hijo, cuando viajen o cuando se resuelva cierto problema. Incluso puede surgir la creencia equivocada de que si se le brinda más atención, apoyo o cariño, eventualmente lo entenderá y cambiará. Sin embargo, todo este proceso suele ser profundamente desgastante… y muy probablemente, nunca será suficiente.

Valorar y observar realmente lo que hay en tu relación

Como todo ser humano, es natural que deseemos una relación sana. Sin embargo, a veces minimizamos lo que claramente está ocurriendo en nombre del amor, la atracción, la química, los hijos, la familia o la economía. En el fondo, sabes que algo no está bien. Por eso, identifícalo, descríbelo, menciónalo. No lo justifiques ni lo ignores, aunque sea doloroso o incómodo.

Autoculpa con la persona narcisista

Es común que llegues a pensar que la otra persona es así por tu culpa, como si fueras responsable de su forma de ser. Y en muchas ocasiones (seguramente más de las que imaginas), es posible que hayas escuchado de parte de la persona narcisista frases como: “tú tienes la culpa de que me enoje”, “estás exagerando”, “no entendiste bien”, o incluso “yo nunca dije eso”. Nada más alejado de la realidad.

Identificar las maneras de manipulación

A la persona narcisista le gusta ejercer poder y control sobre los demás. Es posible que anticipe tus respuestas, las cuales pueden volverse un hábito. Sin embargo, cuando somos conscientes de esta forma de comunicarnos, podemos identificar cómo solemos responder o actuar. Si dejamos de responder como lo hacíamos usualmente, es probable que la otra persona ya no obtenga lo que esperaba. Esto por supuesto, depende de cómo se presenten las conversaciones o situaciones de control.

Pero el primer paso podría ser ese: darnos cuenta y comenzar a modificar, poco a poco, nuestras estrategias de respuesta, comunicación o resolución de problemas.

Cultivar espacios fuera de la relación

Por el ritmo de vida, las distancias entre el trabajo y el hogar y las prioridades que surgen con la familia, los hijos, entre otras, poco a poco comenzamos a aislarnos. Dejamos de frecuentar a nuestras amistades, de tomar un cafecito, ir al cine, bailar, leer, etc. 

Esta desconexión puede volvernos más vulnerables en nuestras relaciones. Por eso, en la medida de lo posible, trata de retomar esos espacios que te fortalecen y brindan bienestar y tranquilidad.

Separación definitiva

Si al hacer un recuento de su historia, contexto, familia, futuro juntos y proyectos, consideras que no es la persona con la que puedes construir una vida, una opción es la separación. Valora esta posibilidad con seriedad: también puede ser una alternativa válida.

Atención psicológica

Por último pero no menos importante, considera iniciar un proceso terapéutico. No se trata de recibir consejos, sino de encontrar un espacio de confianza, respeto y empatía donde puedas fortalecerte, resolver conflictos y aceptar lo que estás viviendo.

Psic. Karina Delgado
Psicóloga clínica en CuidadosaMENTE
¿El enojo es bueno o malo?

¿El enojo es bueno o malo?

El enojo es una de las emociones que solemos  malinterpretar y menospreciar. La vemos como algo negativo, algo que hay que esconder o eliminar. Pero ¿y si en lugar de reprimirlo, aprendemos a escucharlo y lo transformamos en una herramienta para crecer?

En este artículo exploraremos cómo el enojo cuando se comprende y canaliza bien, puede convertirse en un gran aliado emocional.

¿Qué es y por qué lo sentimos?

El enojo es una emoción primaria, como la tristeza o la alegría. Aparece cuando percibimos una injusticia, un límite cruzado o una necesidad desatendida.

Daniel Goleman, autor de Inteligencia emocional, explica que todas las emociones tienen una función adaptativa. En el caso del enojo, su función es movilizarnos para protegernos o reparar algo que no está bien. No es irracional: es información.

Cuando no aprendemos a identificar y regular el enojo, este puede convertirse en explosiones, discusiones, violencia o decisiones impulsivas.

Marsha Linehan, creadora de la Terapia Dialéctica Conductual (DBT), señala que el enojo es una emoción válida pero que requiere habilidades de regulación emocional para evitar que nos controle. No se trata de reprimirlo, sino de validarlo y manejarlo con sabiduría.

El enojo puede ser una fuerza de cambio, nos impulsa a actuar, decir lo que pensamos, proteger lo que valoramos.

Ellen J. Langer, autora de Mindfulness, sugiere que las emociones pueden gestionarse mejor cuando adoptamos una mentalidad consciente, atenta y libre de juicios automáticos.

Al practicar la atención plena, podemos notar cuándo aparece el enojo, qué lo provoca y cómo elegir una respuesta más consciente en lugar de una reacción automática.

¿Qué hacer cuando aparece el enojo?

Aquí te comparto 5 sencillas y efectivas recomendaciones:

  1. Pausa y respira: Esto le dará a tu mente tiempo para elegir conscientemente en lugar de reaccionar impulsivamente.
  2. Ponle nombre: “Estoy enojado porque no me sentí valorado.” Nombrar la emoción reduce su intensidad.
  3. Valida tu emoción: No estás mal por sentirte así. Lo que importa es cómo lo expresas. “Esto es importante para mi, me dolió querer compartirlo y que a nadie más le interesara, por lo que me enoje al sentirme menospreciado”.
  4. Identifica la necesidad detrás: ¿Necesitas respeto? ¿Espacio? ¿Ser tomado en cuenta
  5. Exprésalo de forma asertiva: Usa frases con “yo siento que…” y evita culpar o gritar.

¿Qué pasa si ignoramos el enojo?

El enojo ignorado o reprimido no desaparece: se acumula. Y esa acumulación puede manifestarse como ansiedad, insomnio, fatiga crónica, tristeza o incluso enfermedades físicas. Como dice Goleman: “Las emociones no expresadas no mueren; solo se esconden y aparecen más tarde de formas más destructivas.”

En muchas sesiones de terapia, detrás del enojo hay otras emociones más vulnerables como la tristeza, decepción o miedo.

Cuando escuchamos el enojo sin juzgarlo, se convierte en un guía. Nos señala lo que es importante para nosotros, lo que no estamos dispuestos a tolerar y lo que queremos transformar.

Linehan propone que validar las emociones no es lo mismo que justificar los comportamientos destructivos. Puedes sentir enojo sin actuar impulsivamente.

Mihály Csíkszentmihályi, psicólogo reconocido por su teoría del flow, plantea que cuando una persona está comprometida con sus emociones y acciones, puede alcanzar un estado de equilibrio emocional profundo. Aplicado al enojo, esto significa que si aprendemos a estar presentes, sin rechazar ni exagerar la emoción, podemos actuar con más claridad.

El enojo deja de ser caótico y se convierte en energía dirigida al bienestar.

¿El enojo es bueno o malo?

¿Cómo se ve el enojo saludable?

  • Hablar claro sin herir.
  • Poner límites sin culpa.
  • Defender lo que es importante para ti.
  • Hacer cambios necesarios en tus relaciones o entorno.
  • Reconocer tus emociones sin avergonzarte

¿Y si me enojo muy seguido?

No eres una persona “mala” por enojarte. Solo significa que tu sistema emocional está intentando decirte algo.

Si el enojo es frecuente, muy intenso o te genera conflictos, podrías beneficiarte mucho de hablarlo en terapia. Un profesional puede ayudarte a identificar patrones emocionales y brindarte herramientas prácticas para mejorar tu bienestar diario.

¿Cómo apoyar a alguien que se enoja con facilidad?

  • No le señales como exagerado.
  • Valida su emoción, aunque no compartas su reacción.
  • Ayúdale a poner en palabras lo que siente.
  • Anímale a buscar herramientas para expresarse mejor.
  • Si la situación se vuelve dañina, prioriza tu seguridad emocional.

Recuerda que el enojo no es un enemigo, no es algo que tengas que evitar, negar o eliminar, es un aliado que necesita entrenamiento. Lo importante no es sentir o no sentir enojo, sino cómo lo manejas. Puedes aprender a expresarte con firmeza sin herir, construir relaciones más auténticas, poner límites más sanos y vivir con mayor coherencia.

La terapia psicológica es un espacio ideal para transformar el enojo en crecimiento. En lugar de preguntarte “¿Está mal enojarme?” pregúntate: ¿Qué me quiere decir este enojo sobre mí y lo que necesito cambiar?

¿Te gustaría trabajar esta y otras emociones para vivir una vida mas plena? Agenda tu terapia en línea con CuidadosaMENTE.

Psic. Alejandro Morelos
Psicólogo clínico en CuidadosaMENTE

Referencias:

  • Goleman, D. (1995). Inteligencia emocional. Editorial Kairó
  • Linehan, M. (1993). Cognitive-Behavioral Treatment of Borderline Personality Disorder. Guilford Press.
  • Langer, E. J. (1989). Mindfulness. Addison-Wesley.
  • Csíkszentmihályi, M. (1990). Flow: The Psychology of Optimal Experience. Harper & Row.
Ghosting: qué es y cómo manejarlo

Ghosting: qué es y cómo manejarlo

¿Has estado hablando con alguien, sintiendo que todo va bien y de pronto… se desaparece? Un silencio total, sin mensajes ni explicaciones, como si esa persona hubiera desaparecido de la faz de la tierra. Eso se llama ghosting y aunque en esta era digital parece que es algo común, eso no significa que deje de doler ni de generar cierta confusión.

En este artículo vamos a hablar sobre qué es el ghosting, por qué sucede tan seguido hoy en día y qué podemos hacer para sobrellevar ese vacío cuando alguien elige irse sin despedirse.

¿Qué es?

El ghosting es una forma de terminar un vínculo cortando toda comunicación, sin previo aviso ni una palabra de despedida. Y no solo ocurre en relaciones amorosas, también puede pasar con amistades cercanas o incluso en contextos laborales.

La investigadora Leah LeFebvre lo describe como una estrategia de ruptura que sucede especialmente en entornos digitales, donde una persona desaparece dejando a la otra sin ningún tipo de explicación (LeFebvre et al., 2019).

Este tipo de final abrupto, por más común que parezca hoy en día, puede ser profundamente desconcertante y emocionalmente desgastante para quien lo experimenta.

De repente, al ser ghosteados nos llenamos de dudas: “¿Hice algo mal?”, “¿Por qué me ignora?”, o “¿Será que no fui importante?”.

Este tipo de abandono genera una gran confusión, dudas, ansiedad y muchas veces, nos hace sentir inseguros o poco valiosos, lo que puede llegar a afectar nuestra autoestima y dejarnos con una sensación de rechazo profundo. Además, en otros casos puede hacer que nos cueste confiar de nuevo en los demás, ya que el vacío dejado por el ghosting alimenta muchas inseguridades.

Lo difícil de este fenómeno no es solo la ausencia de la otra persona, sino todo lo que nuestra mente empieza a construir en ese espacio vacío, llenándolo de dudas y emociones difíciles de procesar.

¿Por qué alguien hace ghosting?

Las razones pueden variar mucho, ya que cada persona es muy diferente sin embargo algunas de las más comunes se relacionan con:

  • Evitar el conflicto → muchas personas tienen miedo de enfrentar una conversación incómoda.
  • Inmadurez emocional → no saben cómo manejar el cierre emocional, prefieren huir antes que afrontar emociones desagradables.
  • Pérdida de interés gradual → sienten que “no deben dar explicaciones” si no había una relación formal o la motivación se fue apagando con el tiempo, y prefieren evitar la incomodidad de explicar el cambio.
  • Falta de habilidades → no saben cómo comunicar una decisión difícil, ya que no cuentan con las herramientas necesarias.
  • Patrones aprendidos en la infancia → A veces esas reacciones vienen de vínculos pasados, donde la persona no se sintió segura o escuchada.
Ghosting: qué es y cómo manejarlo

¿Cómo enfrentar el ghosting?

Como mencionamos el ghosting puede dejarte con muchas emociones desagradables y varias incógnitas pero existen formas de abordarlo de una manera más saludable. Aquí te compartimos algunos pasos prácticos para ayudarte a sanar:

Reconoce tus emociones

Es completamente normal sentir enojo, confusión o frustración lo importante es darle espacio a lo que sientes sin juzgarte, recuerda que tus emociones son válidas.

No te culpes

El silencio de la otra persona dice más sobre ellos que sobre ti. No hiciste nada “malo” por esperar una despedida o explicación. No te pongas en duda.

Tómate un tiempo

Date tiempo para calmarte y reflexionar sin obsesionarte con encontrar respuestas inmediatas.

Evita idealizar al otro

No pongas a la persona en un pedestal, recuerda sus acciones en su totalidad y no solo lo bueno. La desaparición de alguien te dice mucho sobre esa persona.

Cierra el ciclo

Aunque no haya una despedida formal, puedes escribir una carta para desahogarte (sin necesidad de enviarla) eliminar mensajes y conversaciones, fotos o recuerdos que te atan emocionalmente a esa persona. Lo más importante es que el cierre venga de ti, no de quien se fue.

Pide ayuda

Hablar con un terapeuta puede ayudarte a procesar lo vivido, a guiarte en este proceso y sobre todo a fortalecer tu autoestima.

Aprende de la experiencia

Cada situación, incluso las que son dolorosas como esta, puede ofrecernos valiosas lecciones sobre lo que queremos en nuestras relaciones.

Retoma el foco

Dedícate tiempo a ti mismo, reconecta con actividades que te hagan sentir bien y rodéate de personas que te escuchen y apoyen.

¿Qué podemos aprender?

Aunque es un proceso muy doloroso, puede dejarnos varios aprendizajes:

  • Es una invitación a poner límites más claros y firmes en nuestras relaciones interpersonales.
  • Nos enseña la importancia de cerrar ciclos con respeto.
  • Nos recuerda que no todo el mundo maneja el conflicto de forma madura.
  • Nos da la oportunidad de construir relaciones más sanas a futuro.

¡ALTO! ¿Y qué pasa si yo hice ghosting?

Si alguna vez te alejaste sin dar explicación, es válido preguntarte: ¿Qué me llevó a hacerlo?, ¿Pude haber sido más claro?, ¿Evité el conflicto a costa del otro?

Reconocerlo no te hace “mala persona” pero te da la oportunidad de aprender y actuar distinto la próxima vez. Si algo no te hace bien, siempre puedes elegir alejarte con respeto, sin desaparecer.

Recuerda: no siempre tendrás el cierre que esperas pero sí puedes darte el cuidado y el respeto que mereces.

Psic. Ma. Isabel Muñoz
Psicóloga clínica en CuidadosaMENTE

Referencias:

  • LeFebvre, L. E., Allen, M., Rasner, R. D., Garstad, S., Wilms, A., & Parrish, C. (2019). Ghosting and relationship dissolution: The digital breakup. Journal of Social and Personal Relationships, 36(6), 1791–1810. https://doi.org/10.1177/0265407518769383
¿Cómo afrontar un divorcio?

¿Cómo afrontar un divorcio?

El ser humano es un “ser social” por naturaleza, buscamos la compañía de otras personas para sentirnos queridos y aceptados. Esta capacidad de convivir con los demás es parte fundamental de nuestro desarrollo a lo largo de la vida. 

La ruptura de cualquier relación interpersonal desencadena, sentimientos de pérdida y pesar pero especialmente cuando se termina una relación de pareja.

El dolor por la separación del “ser amado” puede ser muy intenso debido a que, además de compartir tiempo y experiencias, depositamos en esa persona un alto nivel de expectativas y una gran dosis de apego emocional.

¿Qué es el apego?

El apego es una “tendencia innata de los seres humanos cuya función es el acercamiento” con los otros para vincularnos y relacionarnos tanto física, como social y emocionalmente” 1.

Las pautas para relacionarnos se van aprendiendo desde que nacemos. Al llegar al mundo, el ser humano tiene necesidades físicas y emocionales que requieren ser atendidas para lograr sobrevivir. La satisfacción de estas depende principalmente de los padres y/o de algún cuidador. 

La manera en que estos requerimientos son atendidos durante los primeros años, va a determinar la forma en que nos relacionaremos con las demás personas en nuestra vida adulta, incluyendo por supuesto, a la pareja. 

Estos patrones de interacción o formas de apego, que se van introyectando a lo largo de los años, son de varios tipos:

Apego seguro

Un niño que en términos generales fue atendido de forma constante, amorosa y apropiada, será un adulto que se vinculará adecuadamente. Esto es, con un nivel de compromiso, será capaz de expresar y gestionar sus emociones de forma saludable y establecerá relaciones sanas y estables.

Apego evitativo

Aquellos niños que si bien, reciben los cuidados físicos de manera satisfactoria pero cuyos cuidadores son personas con dificultades para expresar su amor, serán susceptibles a sentirse rechazados o excluidos a lo largo de su crianza, lo que puede provocar que tiendan a aislarse. Así pues, en la adultez tratarán de evitar el compromiso y la intimidad con los demás.

Apego ansioso

Los padres o cuidadores inconsistentes al brindar las atenciones, así como al marcar pautas de comportamiento a sus hijos, criarán niños inseguros y confundidos porque carecen de la certeza de ser queridos.  De adultos tendrán una gran necesidad de sentirse seguros, lo que los llevará a establecer relaciones de dependencia emocional, control y celos por el miedo a ser abandonados.

 

Apego desorganizado

Por último, encontramos al grupo de personas que crecen en hogares disfuncionales donde están presentes experiencias traumáticas como abuso, violencia y negligencia, que en vez de aportar al buen desarrollo de la personalidad, lo impiden. 

En la edad adulta, se comportarán de manera errática y contradictoria, tenderán a repetir los patrones de sus cuidadores y puede llegar a ser peligroso mantener una relación con ellas.

Los apegos y el divorcio...

Así pues, las expectativas que tenemos cuando nos vinculamos con los demás, nacen de la necesidad de llenar las carencias que tuvimos cuando eramos niños de acuerdo con el estilo en que fuimos criados. 

Inconscientemente, cuando seleccionamos una pareja, esperamos que esta llene y cure esas heridas, inseguridades o abandonos. Buscamos la “media naranja” que nos complemente, pretendemos que nos cuide y atienda, que nos haga felices y que se quede con nosotros “para siempre”. 

Sin embargo, esto es una falacia. Cada uno de nosotros somos un ser integro y “completo” y nos corresponde hacernos cargo de nosotros mismos, de nuestras necesidades y en su caso sanar las heridas que aun siguen abiertas buscando ayuda psicológica. 

Como podemos observar, un abanico de experiencias tanto positivas como negativas, derivadas de la forma en que fuimos educados cuando eramos niños, influyen en cómo nos acercamos, relacionamos con y hacia las otras personas, así sean de nuestro entorno familiar o social, en la elección de nuestros amigos y pareja e “incluso en la manera en que afrontamos los conflictos y definimos nuestras metas” 2.

 

¿Cómo afrontar un divorcio?

El miedo a estar solo...

Además de nuestros patrones de apego y las expectativas rotas, un proceso de divorcio es difícil y en ocasiones hasta complicado, debido a situaciones materiales, patrimoniales, económicas, laborales y familiares que implica, tal como los asuntos legales, financieros, de propiedades, los cambios de residencia y el tema de los hijos entre otros. 

Sin embargo, en mi práctica como psicoterapeuta de pareja he encontrado que debajo de estos temas, subyacen importantes factores emocionales entre los que destaca el “miedo a estar solo” así como el temor al qué dirán y salir de la” zona de confort”.

Podríamos continuar hablando de las múltiples aristas que inciden en una situación de divorcio, sin embargo, es prioritario que nos preparemos psicológicamente para gestionarlo de la mejor manera posible.

 

Es innegable que tomar la decisión de divorciarse y enfrentarse al proceso de separación provoque dolor, confusión y desolación.  De hecho, esta situación puede ser emocionalmente traumática, provocarnos estrés y como toda pérdida requiera transitar por un proceso de duelo. Así que para enfrentar la separación de la mejor manera posible, te damos las siguientes sugerencias de afrontamiento emocional.

Gestionar emociones

Es importante aceptar que lo que estás sintiendo es normal. Tienes derecho a sentirte indefenso, vulnerable, transitarás por el enojo, la tristeza y tal vez aún por la desesperación.  Es importante reconocer tus emociones, sentirlas y permitirte expresarlas en vez de meterlas “debajo de la tierra” pues se irán acumulando hasta que lleguen a un punto de ebullición y exploten dañando tu mente, cuerpo y tu calidad de vida.

Solo gestionando las emociones se podrá ir dando paso a la aceptación y a los sentimientos de paz. 

Manejo de la culpa

No te culpes ni culpes a tu expareja: Vivir cargando las cadenas de la culpa o colgárselas a tu ex, no les permitirá avanzar a ninguno de los dos.

Psicológicamente hablando, la culpa “sana o adaptativa” como su nombre lo dice es aquella que nos impulsa a reparar un error y seguir adelante, no obstante, el hecho de haber tomado la decisión de vivir con alguien y que en determinado momento sea necesario que cada uno continúe su camino, no es precisamente un error sino una experiencia de vida que te brinda una oportunidad de aprendizaje.

Si te flagelas preguntándote constantemente en qué fallaste, te quedarás atrapado en la “culpa enfermiza” que te puede llevar a estados de ansiedad y depresión.

Perdonar y perdonarse: Sustituir los sentimientos de culpa por el perdón es la vía de la liberación.

Dar un nuevo significado:

Muchas parejas deciden quedarse en una relación ya sea desvitalizada, insatisfactoria o tóxica, llevando una existencia infeliz tanto a nivel personal como familiar, porque piensan que el divorcio representa un fracaso lo que les provoca gran temor.

El miedo es una emoción que surge cuando la vida está en peligro y por ende, es muy normal experimentarlo cuando estamos pasando por situaciones traumáticas, como en el caso de una separación en la que efectivamente puedes sentir que tu vida termina pero el miedo paraliza.  

Es importante reconocer el miedo y los pensamientos negativos e irracionales acerca de tu propia valía y de conceptos cómo el “éxito” y el “fracaso”, de dónde surge el temor para enfrentarlo y cambiarle el significado a la experiencia. Un divorcio no es un fracaso, es una nueva etapa que seguramente nos llevará a la consecución de nuevos objetivos y a la posibilidad de tener una nueva pareja.

El divorcio es una oportunidad para crecer, reorientar nuestra vida y abrirnos a nuevas experiencias.

 

Examinar y depurar el sistema de creencias de la familia:

Las creencias, pactos y fidelidades familiares nos llevan a repetir o compensar inconscientemente situaciones familiares conflictivas o traumáticas, especialmente entre los padres.

Es fundamental hacer conciencia de que los dogmas, patrones de relación y eventos que ocurrieron en la familia, pueden estar influyendo en la manera como estas enfrentando la separación.

Por ejemplo, algunas parejas mencionan en consulta, que no se pueden divorciar porque ambos sufrieron las dolorosas consecuencias del divorcio de sus padres. Aunque han llegado a un punto en el que están seguros que no hay futuro para la relación y que incluso se están dañando, no se pueden separar porque sienten que a ellos les corresponde hacer “lo correcto”.

Por el contrario, hay personas que sin grandes motivos aparentes se divorcian justo a la edad que tenía el progenitor de su mismo sexo cuando su cónyuge murió o lo abandonó, solidarizándose con el que sufrió el abandono.

Siguiendo con los ejemplos, una mujer que continúa con un hombre infiel como su padre puede estar buscando compensar a su sistema tratando de retener o de cambiar al marido porque mamá “no lo pudo hacer”.

Es importante hacer conciencia de los motivos que te llevan a tomar la decisión de divorciarte.

Examinar y depurar el sistema de creencias de tu grupo social:

Igualmente hay que revisar las creencias de la sociedad y del grupo donde crecimos en los que el divorcio puede ser visto como un acto reprobable y hasta pecaminoso 3. Los indicadores de divorcio nos dicen que hay una mayor aceptación al mismo en países como E.U y Europa que en Asia y en América Latina donde la “unidad familiar tiene un alto valor cultural”. Esto puede ser causa de que muchas parejas permanecen juntas aún en casos en donde la familia peligra debido al abuso y la violencia.  

La vergüenza, el juicio propio y de los demás, por no hacer lo que el grupo espera, solo nos desgasta y nos impide proyectar con claridad nuestros objetivos de vida.

Prioriza el bienestar personal y el de tus hijos por encima de las opiniones de los demás.

Busca ayuda

Puede ser que debido a los sentimientos de tristeza, confusión, culpa, vergüenza y abatimiento tiendas a aislarte. Esto puede ser positivo en la medida que te permita hacer contacto con tus emociones y reflexionar, pero también es necesario que cuentes con ayuda en estos momentos de vulnerabilidad.

Buscar apoyo entre tus amistades y familia, procurarte asesoría legal, acercarte a instituciones de asistencia, grupos de autoayuda y /o religiosos y muy particularmente solicitar ayuda psicológica podrán brindarte una fuerte red de soporte.

Con la ayuda del psicoterapeuta, podrás cerrar el ciclo de esa relación observando cuál fue tu responsabilidad tanto al elegir “esa” pareja, el cómo te relacionaste con ella y en la separación misma, así como a reconocer que fue lo que esta experiencia te aportó en términos de aprendizaje.

En psicoterapia encontrarás recursos emocionales para gestionar emociones, solucionar los conflictos, trabajar la autoestima y sobre todo a plantearte metas y objetivos para el futuro. 

Suelta el pasado, agradece lo positivo y la oportunidad de aprendizaje que te brindó esta experiencia y déjala ir.

El estar en medio de la tormenta, de momento no nos permite ver que por encima de los nubarrones hay un cielo azul. A corto o largo plazo el divorcio representa una oportunidad de cambio, liberación, de encuentro contigo mismo, de crecimiento personal y apertura a nuevas vivencias y relaciones amorosas.

Psic. Gilda Sánchez
Psicóloga clínica en CuidadosaMENTE
¿Timidez o ansiedad social?

¿Timidez o ansiedad social?

Hablar en público, conocer personas, iniciar, mantener conversaciones o simplemente hablar por teléfono, pueden ser experiencias incómodas para muchas personas. 

Sentir nervios ante ciertas situaciones sociales es común pero cuando ese malestar se vuelve constante, intenso y empieza a interferir en la vida diaria, puede ser más que timidez.

En este artículo exploraremos qué es la ansiedad social, cómo se diferencia de la timidez, que la mantiene en el tiempo y algunas herramientas para afrontarla. También encontrarás un ejercicio práctico que te ayudará a identificar pensamientos y creencias en situaciones sociales. Un paso clave para trabajar en ello.

¿Por qué siento incomodidad en situaciones sociales?

Es común que la mayoría de las personas en algunas situaciones sociales hayan experimentado incomodidad y no necesariamente eso implica un problema.

En realidad, esto se puede deber a múltiples factores como experiencias pasadas, inseguridad, creencias frente a nosotros mismos y los demás o miedo al juicio negativo. Usualmente, el tener una experiencia previa donde la persona se haya sentido avergonzada, humillada, expuesta, rechazada o ridiculizada, puede llegar a generalizar esa sensación y volver a sentirte de esa manera.

Se puede aprender que el ser observado o interactuar con otras personas puede ser peligroso o incluso una amenaza.

En ocasiones para evitar lo anterior, se desarrollan recursos de afrontamiento como quedarse en silencio por miedo a cometer un “error” o una vigilancia constante sobre uno mismo, haciendo suposiciones sobre cómo nos perciben los demás. 

Incluso para algunas personas se puede llegar a la autoexigencia de comportarse de forma “perfecta” en público, lo cual puede aumentar la presión y por ende la ansiedad.

¿Hay diferencia entre timidez y ansiedad social?

Usualmente estos términos se usan como sinónimos, ambos se relacionan con el miedo a enfrentar situaciones sociales. Sin embargo, en la timidez el miedo es menos generalizado, lo cual facilita la interacción en esos contextos.

Mientras que en la ansiedad social la intensidad del malestar es mayor, se puede presentar el miedo de forma anticipada a la situación aumentando la probabilidad de evitar la interacción, lo cual puede afectar de forma significativa diferentes áreas de la vida.

De hecho, en algunas personas la timidez puede llegar a ser un predisponente para el desarrollo de ansiedad social. Esto dado a creencias irracionales y ciertos mecanismos de afrontamiento de evitación que pueden ir intensificando progresivamente. 

En conclusión, las diferencias principales radican en el nivel de intensidad, comportamientos de evitación y alteraciones en la calidad de vida.

¿Timidez o ansiedad social?

¿Cuándo hay que poner atención o trabajar en la ansiedad social?

La ansiedad es una emoción que genera una respuesta adaptativa a ciertas situaciones que pueden llegar a ser inciertas o amenazantes. Su principal función es anticipar los posibles peligros y prepararnos para actuar ante ellos.

Sin embargo, puede escalar en un trastorno de ansiedad o también llamado fobia social cuando el miedo y la preocupación afecta negativamente diferentes contextos de la vida.

La fobia social se caracteriza por un miedo excesivo e irracional hacia interacciones sociales que genera una respuesta cognitiva, fisiológica y conductual:

• Cognitivo

Pensamientos irracionales o catastróficos frente al miedo a ser observado, a la evaluación negativa de los demás o pasar una situación vergonzosa, de rechazo o exponerse a una circunstancia que se siente fuera de control.

• Fisiológico

Estado de alerta con síntomas como temblores, sudoración, taquicardia, agitación, dificultad para respirar, tensión muscular, sequedad en la boca, molestias gastrointestinales, hormigueo o entumecimiento generando un malestar o incomodidad intenso, o una crisis de ansiedad.

• Conductual

Evitación o huida de las situaciones que generen malestar. También presencia corporal pero sin atención plena o involucramiento.

Es importante saber que todas las personas lo viven de manera diferente, por lo que no necesariamente se presentan todos los síntomas. Por ejemplo, para algunas personas puede ser más difícil manejar los pensamientos intrusivos que la activación fisiológica. 

De acuerdo con esto, se puede llegar a sentir el malestar días o semanas antes de la situación, desencadenando la respuesta cognitiva y/o física.

Si no se trabaja, la ansiedad puede convertirse en un ciclo que se refuerza a sí mismo. Al evitar aquello que la detona, se experimenta un alivio momentáneo pero esto refuerza (a largo plazo) la creencia de que no se es capaz de enfrentar la situación.

Además, las sensaciones físicas del malestar pueden dar mayor credibilidad a los pensamientos intrusivos, como “me va a dar un ataque” o “se van a burlar de mí”. De este modo, la fobia social se mantiene por la forma en que se responde a la ansiedad en el presente.

Así como también puede tener un impacto negativo en la autoestima, fomentar sentimientos de inseguridad y, en algunos casos, coexistir con un trastorno depresivo.

¿Es posible sentir más seguridad en situaciones sociales?

Si, cuando hay una afectación significativa en la calidad de vida y los síntomas son limitantes para acercarse a la vida que se desea es importante pedir ayuda profesional.

Aprender a manejar la ansiedad permite tomar decisiones alineadas con lo que uno valora, en lugar de dejar que el miedo o el malestar decidan por nosotros.

Actualmente existen herramientas que pueden ayudar en este proceso. A continuación, se expone un ejercicio diseñado para ayudar a identificar si los pensamientos están alimentando la ansiedad social y, a partir de ahí, comenzar a trabajarlos. No hay respuestas correctas o incorrectas.

Después de cada pregunta, hay un ejemplo con las respuestas de una persona para orientar en la reflexión.

Cuestionario: ¿Mis pensamientos están alimentando mi ansiedad social?

  1. ¿Cómo me veo a mí mismo en situaciones sociales? Me veo nervioso, siento que no sé qué decir. Pienso que mi voz tiembla y que parezco inseguro.
  2. ¿Cómo creo que me ven los demás? Supongo que notan que estoy incómodo, que me falta confianza y que no tengo nada interesante que aportar.
  3. ¿Qué creo que los demás esperan de mí? Creo que esperan que sea claro, elocuente, seguro, que hable sin dudar y tenga ideas brillantes.
  4. ¿Qué tan probable siento que es cumplir con esas expectativas? Siento que es muy difícil. Pienso que siempre hay alguien más que lo hace mejor y que yo no estoy a ese nivel.
  5. ¿Qué consecuencias imagino si no cumplo con esas expectativas? Creo que van a pensar que no sirvo para este trabajo, que no valgo, o que no deberían haberme invitado.
  6. ¿Qué tan realista es que esas consecuencias realmente ocurran? Si lo pienso bien, probablemente no sea tan realista. Nadie me ha dicho eso directamente. A veces otros también están nerviosos, y yo he participado antes sin que pasara nada grave.
  7. ¿Cómo me gustaría ser en estas situaciones? Me gustaría sentirme más tranquilo, poder participar sin tanto miedo, hablar con más claridad y confiar en lo que tengo para aportar.
  8. ¿Hay algo que pueda hacer para acercarme a eso? Sí, podría prepararme antes, ensayar lo que quiero decir, y también trabajar en desafiar estos pensamientos negativos. Tal vez podría empezar hablando una vez, aunque sea poco, e ir ganando confianza poco a poco.

Conclusión...

Además del cuestionamiento de los pensamientos también se puede trabajar en el entrenamiento de habilidades sociales y la exposición progresiva a las situaciones que generan malestar, con el objetivo de disminuir el miedo y aumentar la capacidad de afrontamiento para que cada vez sea menos limitante.

No es un camino sencillo pero con acompañamiento psicológico profesional y un enfoque compasivo, es posible avanzar y aprender a manejar la ansiedad social de manera efectiva.

Psic. Lucía Guerrero
Psicóloga clínica en CuidadosaMENTE